jueves, 27 de diciembre de 2012

Sueño de un instante, pero siempre

Cuando se fueron todos, incluso la preciosa Cleo con todos sus regalos, la Navidad iba atardeciendo con un aire fresco y ese dulzor nostalgioso de final de fiesta.
Me senté en el querido sillón con un suspiro y cerré los ojos, poniendo mi alma en vuelo.
Escuché la risa de Cecilia en eco con la risa de mamá y tuve el feliz instinto de acompañarla por esa escalera que parecía perderse en el cielo; mientras sus risas, vueltas graciosas carcajadas, parecían encontrarse en algún lugar que yo no podía ver aún, hasta que las hallé conversando no sé qué cosas y las dos me recibieron con idéntica mirada, con la misma intensidad en la sonrisa, en el arco de las cejas y el aleteo de las manos. 
Queridas mías!... Al fin se habían encontrado y podían verse y sentirse tan parecidas; y podía yo verlas y sentirlas tan parecidas, tan mías y juntas como lo soñé tantas veces.
En ese largo instante nada más existía que nuestras voces y risas chocando como cascabeles y el aire  olía como las tardes de domingo en el Parque de Gualeguay, junto al río.

No sé que atrevido destello me abrió los ojos y me aquietó el alma. 
LLamé a Cecilia sólo para escucharla (escucharlas) reir y me fui hasta el espejo para mirar (mirarlas) a mamá en mis ojos.
Rato largo hacía que no tenía un sueño tan feliz!


mas sueños en casa de Teriri



lunes, 24 de diciembre de 2012

Y también esta Navidad.

"Para la bonita Matilde, con todo mi cariño." Jorge Salcedo

Cuando cumplió veinte años sin que nadie lo advirtiera, supo sin pensarlo que su destino se iba a dibujar entre su casa y las dos cuadras en las que atendían el almacén y la panadería; al mercado iba su padre y a trabajar, sus dos hermanos varones.
-Una pena- le dijo una vez a su madre el Doctor Bernaechea en visita de rutina -Debieran considerarlo, ha sido una de mis mejores alumnas en el secundario.
-Es que con mis males, ella es la que debe cuidar de la casa, Doctor. Así dice mi marido.
Matilde los escuchó como a una sentencia. 
Pero puso una condición: ir los jueves al cine al "Día de Damas", donde daban tres películas argentinas al precio de una. Y su padre asintió en graciosa concesión.

Entonces fue que se enamoró de él, sin mas remedio que la resignación. Sucedió entre "Los martes orquídeas" y "Para vestir santos"; por lo que con el ahínco de los deseos incontrolables, se ocupó de conseguir una fotografía preciosa en un concurso de la Revista Nocturno que venía autografiada con su nombre: "Para la bonita Matilde, con todo mi cariño. Jorge Salcedo". (Seguramente, las hadas hicieron que ese día el actor escribiera cariño, en vez del desentendido afecto). Y ella creyó para siempre, porque se le antojó a su pre escrita soledad, que él la había mirado.

Desde el marco de plata que había guardado para esa fotografía desde antes que muriera la Abuela Josefina, lo convirtió en el amor ausente: a veces lo hacía viajar por largo tiempo; otras, las filmaciones no le permitían visitarla. Sin amigas e invisible para su familia, no debió ocultar aquel amor de nadie, nunca.
Ni sus citas de los jueves de 14 a 18, a las que a veces faltaba en la pantalla, pero entonces   Jorge se sentaba en la butaca vacía que ella reservaba con cualquier pretexto.
Ignorando con férrea voluntad las vicisitudes de la vida del actor, Matilde se quedó viuda el 15 de abril de 1988, el día en que Salcedo murió. Ese mismo año, Matilde cumplía 58 años, invisible, sola, apenas visitada por sus hermanos en la casa enorme y bastante loca de amor y ensueños.

Cuando dejó de caminar y de comer, sus hermanos la internaron en un Hogar para viejos pobres donde la aceptaron loca de amor y ensueños (mientras fuera una loca tranquila), con dos o tres vestidos, dos mudas de ropa interior, sus zapatillas, las pantuflas sin estrenar que le regaló su madre el último cumpleaños que la cuidó, y el retrato de plata con la fotografía de Jorge Salcedo, dedicada a ella con cariño, que escondió con súbita lucidez en su vieja cartera. Eso fue el año pasado, antes de Navidad, pero a ella no le importó. 
Se negó a todo festejo en conjunto, para escuchar a solas como él le deseaba "Feliz Navidad" desde un ignoto lugar sin aviones para regresar a tiempo y ella besaba en respuesta a su encanto, con la inocencia del primer amor.

Y hoy espera ansiosa su forma de llamarla bonita con cariño y su voz inolvidable, también esta Navidad. 


dedico esta historia a Rossina en el nombre de su padre; 
a todos los amores locos que viven del ensueño 
y a todas las que nos enamoramos de su voz y su mirada 
como de nadie más, nunca.

lunes, 3 de diciembre de 2012

Imagino este lunes...






... andar estas calles y encontrar la alegría recuperada.
Un intento de esperanza.