lunes, 26 de diciembre de 2011

milagro navideño

 
No se lo va a decir a nadie. Porque es difícil de creer y porque ahora está asustada. Feliz, pero asustada.
Es que nunca pensó que su primera vez iba a ser así.
Cuando se durmió en el sofá de la sala porque el champaña le llenaba de burbujas la cabeza y porque en el parque hacía frío para sus hombros desnudos y su solero de seda, no pensó que iba a ser así.
Que él se apareciera a despertarla de esa forma y le hiciera el amor tan maravillosamente. 
Cuando se le acercó, aunque el ambiente estaba en penumbras, iluminado apenas por las luces lejanas del parque, no era gordo ni viejo. Sus manos suavísimas la recorrieron toda entera produciéndole ese placer tan inquietante, que la hizo a la vez ponerse tensa que relajada, mientras sus besos tenían ese leve gusto a alcohol y a chocolate. "Bombones de licor", pensó a la mañana en la ducha, mientras se tocaba los labios de la boca y se le inquietaban los otros labios, de la sonrisa vertical, donde palpó una inflamación nueva que la hizo suspirar, sin poder evitarlo. 
Entonces, recordó claramente ese instante de dolor intenso que se diluyó enseguida en toda esa voragine de sensaciones que le produjo él -no se anima a nombrarlo- que le dijo: "Feliz Navidad, bonita!", antes de desaparecer... (por la chimenea?!), dejándole aquel sentimiento de secreto milagro.


No se lo contaría a nadie; ni siquiera a su hermana, ni a su amiga Rocío. No lo iban a creer. Pero ella sabía que había sucedido: su cuerpo en vilo y esa mancha roja en su bombacha, lo demostraban sin dudas.
Se sintió, sin poder explicarlo ni para ella, como una especie de elegida.
Por eso le pareció tan desubicado su primo Julián, cuando le  rozó con tanta confianza la cintura y le hizo esa mirada como de "yo lo sé".


imagen: misteridea.com

martes, 20 de diciembre de 2011

cartas


                                                                 Buenos Aires; 21 de diciembre de 2011.

Faustino querido:
                                    Hoy, ordenando mis cosas, he vuelto a leer tus cartas. Así es que puedo imaginar que ya reconocerás alguno de tus rasgos en la carita de tu nieto, que además te nombra con su nombre. He pensado mucho y de diferentes formas en vos, y en nosotros, este tiempo.
                                   No quiero para nosotros el olvido. No quiero olvidarte ni dejar atrás el relato de nuestra historia. No se me antoja. Han sucedido entre vos y yo, mas que el amor, el sexo, las caricias, los miedos, el sueño de un hijo, el encuentro superando la distancia, el adios. Han sucedido entre nosotros la vida y la muerte, nada menos.  
                                   Sin embargo, es cierto y es terrible que tenemos un destino ineludible y siempre estaremos separados por tu vida y por la distancia entre tu casa y la mía, simplemente.
                                    Así que hace un mes me compré una valija, un vestido nuevo, una cartera cara, zapatos de tacón muy alto y un boleto para un crucero. Como en las películas. Parecía un poco raro porque me embarqué sola donde todos van en pareja o en grupo de amigos. Y como en las películas, el Capitán me invitó a su mesa, para disimularme la soledad, en la fiesta de bienvenida. Y me invitó a bailar. Y bailamos. 
                                    Con el amanecer yo sabía de su dolorosa viudez y él sabía de mi amor desolado. Fue lindo, inocente, aventurado, pensar que nos habíamos encontrado para volver andar acompañados. Dos personas grandes! Ambos sabíamos que no teníamos edad para la ilusión y, sin embargo, acá estoy yo ordenando mis cosas para dejar que una suave esperanza me refresque la vida. No sé cómo escribirlo sin llorar, sin que se me desmaye de despedidas la sangre pero, Faustino de mi alma, te estoy contando que he decidido decirle a José que sí. Que voy a aceptarle la invitación de acompañarnos intentando que el amor nos nazca de nuevo y nos alegre el cuerpo y los ojos. 
                                     Querido mío de casi toda mi vida, guardaré dentro de mi corazón el recuerdo de nuestro romance a destiempo y en la oquedad de mi vientre lo nuestro que no ha sido. Lo prometo con la fuerza de este lazo invisible que nos atará para siempre.
                                       Ahora sí, te mando un adiós que nos abrace enteramente, suave e indescifrable como el aire de la eternidad.
                                       Y aquí me quedo mirando llegar la claridad de mañana en los ojos de ese hombre con el que compartiré el aire, la lluvia, el vino, el pan, la risa,  el cuerpo y la cama, alimentando el sueño de ser felices.

                                                                       Celina


(y mirá! hoy empieza el verano...)
                                     
                                    

sábado, 17 de diciembre de 2011

siempre hay alguien

                                    "siempre habrá sol, aunque en lo ojos llueva" R. Esmoris Lara

Cuando decidió pasar por el cementerio, el sarcasmo de la soledad le arañaba el alma. "Ya ni Sandy", pensó. "Y encima, la lluvia". 
Dio una vuelta por las primeras veredas y refugiado en el alero de uno de los panteones, fumó el cigarrillo que le quedaba mirando el silencio de los ángeles caídos.
Cuando se va, alza los hombros, se acomoda el sombrero y silba bajito. Anda solo el Detective, ultimamente, sintiéndose un desierto.
Camino a la parada del bondi, la ve. Apenas llovizna y ella está guarecida a la entrada del Centro Cultural Recoleta, qué ironía. Se acuerda de lo que dice su amiga Sonia: "Cada barrio tiene una puta, tenés que saber verla, nomas." Y de eso otro: "Nadie hay mas solo que una puta". Y ella de eso, sabe.
Así que piensa "veamos quién gana", salta tres charcos y se le acerca.
-Hola. Me acompañás a caminar? Total, ya estamos mojados.
Vaya a saber porqué, ella sonríe. Y es linda. Tiene unos ojos enrimmelados que no lo miran y una minifalda floreada. Hace un gesto de que no puede, que el Detective entiende enseguida. (El es especialista en gestos sin palabras). 
-Empecemos por caminar; y vamos viendo.
Se acompañan despacio, con las cabezas entre los hombros, casi, con esa lluvia suave y tupida del momento, que lo hace tomarla del brazo cuando cruzan la calle y cuando entran al bar.
-Mirá- le dice ella, acomodándose el pelo corto, oscuro, empapado- Yo estoy trabajando y cobro la hora...
-Te voy a pagar, no te preocupés. Ahora te invito con un café. Para entonarnos- dice el tipo en una especie de promesa, más para sí mismo que para ella.
Después de pedir los cafés, se miran. Se sonríen con la timidez que tienen los de la calle, a veces.
-Me gusta que no seas tan joven.
-Vos parecés más viejo.
El Detective piensa que la soledad hace esas cosas. Arruga y engrisa. A ella también se le nota la soledad, pero no por eso, si no porque parece un poco asustada, no se anima a mirarlo.
Sin embargo, no fue difícil. Es viernes, la lluvia, las soledades percibidas, el café caliente. El le cuenta de su primera vez, en un kilombo de su barrio, cuando la ansiedad le hizo caer el semen en los mocasines nuevos y hubo que volver a empezar.
Ella suelta una carcajada que desentona con el lugar. "Mi primera vez no fue tan divertida", comenta como si nada. Y luego cuanta una anécdota simple, cuando se enamoró del dueño de la parada de diarios y quiso tener un hijo con él. Pero él, no. Así que lo tuvo sola y se llama Gabriel, como el Angel. Y son casi felices.
Y el Detective piensa en los ángeles del cementerio y en su vida y dice: "Yo no, yo no tengo hijos". Ella lo mira, nomas.


Cuando se dan cuenta, ha pasado la medianoche. Y ellos fueron viendo. Acercándose cautelosos, porque él se iba sintiendo cómodo y ella como sin "trabajar". Pero fue un sexo acompañado, divertido, con cigarrillos compartidos y algún beso "de verdad", con ganas, con deseo diferente de la calentura. 
-Tendría que irme.- dice extrañado el Detective, porque sintió que se estaba disculpando.
-Yo también- y otra vez no lo miran sus ojos enrimmelados.
Arreglaron las cuestiones del dinero, rápidamente. Y salieron del hotel en silencio.
En la esquina, se abrazaron en un abrazo que pensaron juntos. Un lindo abrazo, nada desértico.
-Gracias, nena. Me entretuviste muy bien la soledad.
-Viste? Siempre hay alguien.- y esta vez, sí lo miró.


El Detective encendió un cigarrillo, mientras escuchaba el taconeo a la carrera para alcanzar el bondi.
Ya no llovía.

bondi: transporte colectivo local.
kilombo: prostíbulo.
mocasines: modelo de zapatos sin cordones.
Centro Cultural Recoleta: está ubicado en uno de los barrios aristocráticos de Buenos Aires, donde las putas no se encuentran en las calles.
Sonia es Sonia Sanchez, una mujer brillosa y brillante que pudo dejar de ser puta, de la que escuché yo esas frases y a quien dedico este post.


fotografía e idea robados del blog "la menor idea" de mi amigo Marcelo. mea culpa.

martes, 13 de diciembre de 2011

martes 13

                                                                                    a mi amiga Maga, musa de estas letras.

Se levantó temprano. Entre Morón y el centro hay un trecho y decidió dejar el auto en casa. Seguro que Buenos Aires es un loquero y encima es martes 13.
A eso de las siete y media compró el diario y tomó el tren. Por suerte, está nubladito y fresco. Había decidido tomarse el día porque en el taller nada era urgente y el pibe se iba a arreglar muy bien. Fue al pasar de la página siete a la ocho cuando se le mezclaron con los títulos un par de buenas piernas que terminaban en sandalias rojas. Miró de querusa, pero una señora corpulenta tapaba a la dueña. En fin.
Caminó lento la distancia hasta el subte. Iba sin apuro. En el tercer vagón encontró lugar para sentarse y cuando iba a retomar el diario, se encontró con las sandalias rojas y su dueña toda entera. La miró despacio porque ella también leía. Le gustaron su pelo castaño con algunas canas, el escote que coronaba unas tetas suaves ("suaves, dije?") y el vestido floreado. Le llamaron prestamente la atención los accesorios: una cadenita en el cuello con un dije en forma de pirámide de esas para la energía o algo, una cinta roja en la muñeca izquierda y un anillo con la cabeza de un búho en el índice derecho. La sumatoria de detalles lo llevó a una rápida conclusión: es supersticiosa.
Se sintió un tanto estúpido; con esas piernas y esas tetas, él pensaba en eso de la supertición. Miró sus manos y agradeció que el pibe lo convenciera de usar guantes; había desaparecido de sus manos aquella pátina oscura y grasosa que le dejaba el taller. Levantó la vista y ella lo estaba mirando. "Tiene ojos amarillos?" se preguntó, mientras se escondía tras el diario. "Ojos amarillos tienen los gatos" se dijo. Y ella no parecía un gato.
Se miraron otra vez, aunque ella parecía pensar en otra cosa y sí, tiene los ojos amarillos. La vió que se paraba para bajar en Estación Uruguay y ni siquiera lo pensó.
La alcanzó después de casi correr media cuadra. Se pasó la mano por el pelo y la llamó: "Señora, me permite?" Se dió vuelta y lo miró con sorpresa; no con miedo, con sorpresa. "Mire, yo sé que es supersticiosa (soy tan imbécil que dije eso?), que hoy es martes 13, pero si tiene media hora la invito a desayunar".
Entonces, Diana lo miró con sus ojos de gata. Se encontró con ese tipo del subte, el del diario al revés y las pestañas ésas ("pestañas esas?") y le dijo: "Confianzudo y mentiroso. Debo estar loca si acepto tu invitación".
-Mentiroso? Ya? En que se me notó?- preguntó con voz y mirada de atorrante, sintiéndose ganador.
-Por el diario al revés- le dijo ella de una manera que lo hizo sentir un impecable gil- y para demostrarte que no soy supersticiosa, adónde me invitás a desayunar?
                                                     
Hicieron el amor como si no fuera martes 13. Se embarcaron en caricias lentas y en besos de esos con risas y ruiditos, que cosquillean la piel de la espalda y siempre resultan tan caminadores. Navegaron por charlas susurradas y se fueron contando sus soledades, los amores contrariados, la esperanza traidora que los hacía esperar sin nada más que contar otro día en las mañanas del espejo. Se abrazaron de tantas formas impensadas y se cogieron con la desazón de los que se encuentran en el desierto: descreídos y maravillados.
Así que a la hora del atardecer, cuando el hotel se hizo hotel y ellos se miraron sin saber apenas más que sus nombres, se prometieron que eso que vinieron a hacer hoy, lo harían mañana, juntos. Que hoy no hubiera resultado bien porque es martes 13.
Tomaron el subte y el tren, distraídos por los besos, por las palabras que susurraban para que hubiera otro encuentro, por las manos asidas para cambiar los pulsos. Y el pulso del tiempo. Y el destino.

Y tal vez, resulte. Aunque sea martes 13.


imagen de internet

miércoles, 7 de diciembre de 2011

abrazos y aplausos para ella

Te miro
 
Te miro. No te das cuenta, pero te estoy mirando.
Te miro desde atrás de un vidrio que cubre mi acecho, nadie sospecha mis intensiones y puedo mirarte, recorrerte a mis anchas porque no te das cuenta, no ves mi media sonrisa ansiosa por descubrir tu cuerpo.
Tu día pasa indiferente a mi presencia porque no me ves, porque no sentís como te persigue mi mirada cuando te pasás la mano por el pelo, cuando tu boca hace una mueca y me provoca querer preguntarte: Qué piensan tus manos mientras te miro, que imagen de repente llega a tus labios, que arrojo de asombro descubren tus ojos? Te miro desde lejos, te persigo, te vigilo como un cazador a su presa, como un vampiro esperando la noche. No te das cuenta, pero te miro. Te miro reír, y me sonrío, conozco tu risa, se como suena, como se despierta y vibra en el aire. Te miro y te imagino.
Tus ojos se vuelven al cristal y no te das cuenta pero están mirando los míos.
 
 
publicado por CeciliaG. en su blog dos segundos y un suspiro
 
queridos míos: la autora es mi hija. y gozosa estoy! le he enseñado el ejercicio de la sensualidad (como mi madre me lo enseñó, sin palabras y sin reglas) y ella lo ha aprendido tan preciosamente!

martes, 6 de diciembre de 2011

diatriba contra los balances

me he despertado esta mañana con el alma enjundiosa.
ando en días en que la alegría se me resbala como agua entre los resquicios del alma.
por tanto, he decidido ir en contra de todos los balances.
soy esta que soy: una elefanta que quiere volar, escribí hace un momento,(gracias a la magah o al face book, no sé) y me encontré con mi mejor retrato.
tengo con el tal Cupido todas las cuentas saldadas, asì que ya ni siquiera pienso en los mangos que debiera devolverme.
los números, la rutina, algunos maltratos, esas miradas grises, las cuestiones escondidas, narcotizan mi sensualidad cada día y cada día vuelvo a despertarla, así que no me vengan a mí con balances!
es casi fin de año en el almanaque, pero es la mitad, el comienzo o casi el ocaso, apenas nacimiento una y otra vez en mi corazón, en las puntas de mis dedos, así voy a vivir cada día como si fuera jueves y ya. que el jueves es un buen día para expectativas y casi nadie  tiene eso en cuenta. y se desarmarán todos los balances!
desde el día siguiente al que nací me peleé con las balanzas y voy a entregarme a los balances, justo ahora que decidido ir a las suarés de mocasines, con solo una brillante mirada engalando mis desnudeces? me niego desde todos los intersticios! y desde cada pequeña gota de mi sangre.
arrojaré un manchón de tinta sobre la palabra "debe", que implica culpas, deudas, alegorías nostálgicas, des- libertades.
dibujaré un tachón rabioso sobre la palabra "haber", que no quiero saber lo que me falta y quiero sentir que todo me sobra.
ya no quiero saber si sus brazos son protección o desconsuelo. válgame solo su abrazo inventado para convencerme que el amor existe, aunque yo ya no lo crea.
que el sol me entrecierre los ojos y la luna me despabile la mirada.
que mi alma vuelva a estremecerse cada mañana y sostenga mi risa sin que se cuele por sus resquicios. que no tenga resquicios.
que mi corazón se alumbre con los ojos de Cleo.
que Camilo y Cecilia anden sin lastimarse.
que siempre cuente yo con una copa de vino, un pedazo de pan y otro de queso, y buenos amigos con quién conversar, para no olvidarme de cómo es la felicidad.
que el artista con su andar me convenza cada día que ha sido un buen camino.
y que mi piel esté siempre pronta.
sin ningún maldito balance.

imagen: Botero